Vayamos por partes, a aquellos que aún no conozcan la saga de crepúsculo que comiencen por el principio, y eso es, a mi entender, leerse las cuatro novelas y luego ver la primera entrega de la saga, Crepúsculo. Llegados a este punto, ya todos sabemos lo que va a ocurrir en Luna Nueva, Eclipse e incluso Amanecer, lo que no impide que una versión cinematográfica haga que nuestros colmillos se afilen, y todo esto sin necesidad de ningún fenómeno fan, que sinceramente detesto. No soy una adolescente histérica, y si fuese por mí me habría cargado la saga en el primer libro porque de ser Bella nunca me hubiese interesado ese supuesto vampiro encarnado por Robert Pattinson, y si hubiese llegado hasta Luna Nueva me hubiera quedado sin dudarlo con Jacob, su forma de ser tan dulce... y, ya que estamos, su tableta de chocolate.

Luna Nueva se basa en la primera secuela de Crepúsculo, con el mismo título y escrita por Stephenie Meyer. Me recuerdo a mi misma leyendo la novela, comencé a leerla animada, había acabado de leer el primer libro, había visto la película y tenía curiosidad por ver como seguía la historia, el final del primer manuscrito era el causante de aquella curiosidad. Unas cuantas páginas más adelante estaba tan deprimida como la protagonista del libro y rebuscaba entre las páginas que tenía por delante la vuelta de Edward, mientras pensaba que mejor que se quedase con el lobito, que a mi el vampiro nunca me había gustado. La novela te atrapa en su trayecto, es dura porque cuenta el momento más duro que ha pasado su protagonista en toda su vida, y es que el amor puede ser la cosa más fascinante del mundo, pero también la más devastadora; es lenta, porque ¿quién ha visto una depresión que vaya a mil por hora y sea increíblemente interesante?.

En la adaptación a la película esta parte tan dura y dolorosa nos la dulcifican, haciendo que los meses pasen frente a una ventana en una escena hermosa y triste al mismo tiempo, y no leyendo día tras día como su interior se va desintegrando porque su alma se está muriendo. Personalmente agradezco esta adaptación más suave, porque no hubiese podido volver a soportar tanta tristeza. Pero es esta misma tristeza la que hace que Bella pase de ser la niña que era en Crepúsculo a la mujer que comienza a ser y en la que se tendrá que convertir. Durante meses de depresión, tras la partida de su novio vampiro, Edward Cullen, tratando de no poner en peligro su vida ni una vez más (si, ya sabíamos que Edward era tonto, al menos yo sí lo sabía, tantos años de existencia y tan poco espabilado... que desperdicio), lo único que hace que el vacío de su interior se disipe, al menos por un rato es la compañía de su gran amigo, Jacob Black, de quien se convertirá en alguien inseparable, a pesar de que sabe que él alberga unas esperanzas sobre ellos que ella no puede darle (si, también Bella es un poco tonta, pero es que las hay sin gusto en hombres, que le vamos a hacer...).

Pero no será solo Bella quien atravesará por el paso de niña a mujer de la forma más dolorosa posible, también Jacob sufrirá, aunque su caso es un poco más peculiar, pasará de niño, a tío buenísimo y mazado con el complemento de poder convertirse en lobo para enfrentarse a sus enemigos naturales los vampiros... (peculiar cuanto menos).

Un poco manida la historia, pero en el fondo ¿no lo están ya todas?, muchas veces lo importante no es la historia en sí, sino la forma de contarla y la originalidad de reinventarla. Y en esto consiste toda la saga de crepúsculo, te puede gustar o no, pero es lo que hay. La pena es que con todo el fenómeno-fan, hay quien no se molesta en darle la oportunidad porque lo considera cosa de crías locas. En fin, hay ciegos en todos lados... peros lo peor es cuando no quieren ver...

En esta nueva entrega cambiamos de dirección y Catherine Hardwicke le pasa el testigo a Chris Weitz para llevar al cine esta parte de la historia, y realmente tengo que admitir que lo hace mucho mejor que su predecesora, aunque también tengo que otorgarle que tenía entre manos un libro mucho más jugoso que el primero. Luna Nueva por triste que sea, es el que prefiero después de Eclipse, pues resulta uno de los más adultos de la saga.

De nuevo vuelven a nuestras pantallas su protagonista, Bella Swan, encarnada por Kristen Stewart, y la familia Cullen, aunque en esta película permanecerán lo más ausentes posible para presentarnos al verdadero Jacob, encarnado por Tayler Lautner, y su tribu de quileutes, una manada de licántropos que se convierten cuando los vampiros se acercan demasiado a su territorio.

Y creo que si cuento más ya os he resumido el libro (y la película) completos, y quiero que os esforcéis un poco. En cualquier caso no puedo dejar de mencionar a los Volturi, algunos de los más antiguos vampiros, quienes residen en Volterra (Italia), siendo considerados como la realeza y también la ley vampírica, ya que se encargan de que la existencia de los vampiros no sea revelada al mundo, y cuando alguien se pasa de listo se encargan de limpiar los desperdicios. Bella y la familia Cullen tendrán un encuentro con ellos de lo más interesante, que en la película me resulta demasiado rápido. Me hubiese gustado que le hubiesen dado algo más de importancia y no hubiese sido tan rápido, pero supongo que la duración del metraje, de más de dos horas, ya no permitía ni un minuto más.

Y todo lo demás que queráis saber de la historia a leer (o si sois muy vagos o no tenéis tiempo a ver las películas). Para poder ver la tercera entrega en el cine no nos tocará esperar mucho, en verano, el 30 de junio Eclipse estará en cartelera.